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lunes, 21 de febrero de 2011

Desde acá (Sol)

Patio trasero
     Soy María S. y es la segunda vez que salgo de Venezuela sin fecha exacta de regreso. Cada quien emigra bajo circunstancias distintas, pero creo que nos mueve un mismo motivo: Amor. En mi caso, hacia mi nueva familia. Además se guarda la esperanza de, más adelante, poder abrir camino a quienes se quedan, a quienes quieran.
     A ese amor se unen otras razones más complejas, vinculadas estrictamente a mi personalidad. Me encanta el silencio, valoro muchísimo la naturaleza, incluyendo a los animales. Además siempre he creído que lo cortés no quita lo valiente. Esto último lo aprendí viendo a mi papá. Quienes lo conocen quizás tendrán una mera idea de lo que quiero decir.
     Los espacios naturales, la playa -en días laborales-, la montaña íngrima, la comida casera, la música popular, el arte, los atardeceres, los amigos, la familia. Es lo que amo en Venezuela. No puedo calificar de nada a quien se queda. A quienes quiero les puedo sugerir que vengan a ver, nada más.
     De como es acá, en Estados Unidos, me atrevo a asegurar que nada tiene que ver con la concepción trillada que comparten muchos europeos. Sobran los verdes, abunda la diversidad en la gastronomía, la música, las etnias, la religión, el entretenimiento... Valoran suficientemente el arte en todas sus expresiones de individualidad, tus derechos son intocables y el trabajo bien pagado está para quien quiera hacerlo. 
     Creo que un verdadero profesional siempre lo será en cualquier lugar, basta con demostrarlo en el momento oportuno. 
     Creo que no hay nada más satisfactorio que sentir que tu esfuerzo es proporcional a los resultados y que lo que tienes lo sudaste tú.
     Creo que el amor que nos enseñan desde niños es precisamente para sobrevivir en el mundo, el contrastado mundo, que es inmenso.

Stanley Park